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Reflexiones de deseos y eróticas diversas.


A veces me imagino en otro cuerpo, en otra mente. Me divierte ver el deseo desde esos nuevos ojos, tan diferente y familiar, como un viajero amigo que tiene mucho nuevo que contar.

Reconozco su voz, sus gestos al hablar o la forma en que camina. Pero su discurso me parece distinto, raro a veces, porque ha recorrido caminos que no imagino, o no me atrevo a imaginar.

Y es esa oscuridad lo que despierta mi curiosidad innata de saber qué hay detrás, qué hay en esos ojos que también desean. Qué no me permito desear.

Cuando me imagino en ese otro cuerpo y esa otra mente, siento el fulgor, el cosquilleo en las manos, la pulsación intermitente que se concentra más abajo, y todo me es conocido. Pero yo soy la tercera en esta cena para dos.

Una invitada que observa y se refleja, pero no se manifiesta.

Y en ese reflejo disfruto y me enredo. Porque en el deseo del otro yo encuentro una ventana a una nueva posibilidad. Otras formas de erotismo, que pueden o no florecer y crecer bajo esa ventana.

Con su suave tacto la erótica del otrx me atrae, como la polilla a la luz, o la colilla a tu boca.

Y con su tacto me acaricia, quiere que sea suya, pero yo soy mía.

Cuándo yo quiera, cómo quiera, dónde quiera, y, si tú también quieres, tuya.

Porque lo decido, porque lo pido, porque me arde el pecho si no lo grito.

Con tu deseo, o sólo con el mío, nuevo y distinto.

Ahora, imagínate en ese otro cuerpo, en el que el deseo es un viejo amigo, que viene a contar su viaje. ¿De verdad no quieres asomarte a su ventana?

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